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Mezcla doctrinal y teológica

Revoltura doctrinal y Teológica.
Revoltura doctrinal y Teológica.


¿Amilenaristas sin saberlo? ¿Arminianos con tintes calvinistas?



La Iglesia cristiana siempre ha estado rodeada de corrientes doctrinales. Desde los primeros siglos, cuando se debatía sobre la divinidad de Cristo o la naturaleza del Espíritu Santo, hasta la Reforma, donde se enfrentaron católicos y protestantes, el pueblo de Dios ha tenido que discernir entre la verdad y el error. Pero en nuestros días, más que una confrontación abierta, lo que vemos es una gran revoltura doctrinal: cristianos que dicen sostener una postura, pero en la práctica adoptan ideas de otra, a veces incluso opuesta.


Muchos creyentes se declaran premileniaristas, convencidos de que Cristo reinará mil años de manera literal sobre la tierra después de Su regreso. Sin embargo, en sus sermones o escritos encontramos frases y conceptos amileniaristas, como la idea de que “ya estamos en el milenio” porque Cristo reina en los corazones, o que Israel ha quedado fuera de las promesas de Dios. Esta postura tiene raíces históricas: desde Agustín de Hipona (siglo IV), quien enseñó que el “milenio” debía entenderse espiritualmente como el reinado presente de Cristo en Su Iglesia (La Ciudad de Dios, libro XX). Hoy, sin saberlo, muchos repiten esa visión mientras afirman otra.


Algo similar ocurre entre arminianos y calvinistas. Hay quienes se identifican como arminianos, defendiendo la libertad del hombre, pero al mismo tiempo hablan de la “predestinación” de un modo más rígido que lo que Jacobo Arminio aceptaba: él mismo afirmaba que la elección estaba en Cristo y era condicional a la fe, no absoluta. Por otro lado, algunos que se confiesan calvinistas suavizan tanto la doctrina de la elección que terminan enseñando algo muy cercano al arminianismo práctico, olvidando que Juan Calvino en sus Institutas (III.21–24) afirmaba una predestinación incondicional y soberana.


La incoherencia actual no proviene de un debate honesto como los de la Reforma, sino de un descuido doctrinal que mezcla frases de aquí y de allá sin raíces sólidas.


¿Por qué ocurre esta mezcla?


La explicación tiene varias aristas:


Falta de estudio bíblico profundo. Se toman versículos aislados sin el marco general de la Escritura, lo que facilita adoptar enseñanzas contradictorias.


Consumo indiscriminado de materiales modernos. Hoy un cristiano escucha a un predicador en YouTube, lee a otro en un libro y asiste a un congreso con otro enfoque distinto. Sin un fundamento sólido, termina mezclando todo lo que oye.


Analfabetismo teológico. Muchos líderes no han recibido formación sistemática, de modo que enseñan lo que les parece más útil o lo que más les gusta, aunque no sea coherente con su posición declarada.


El espíritu de la posmodernidad. En nuestra cultura ya no importa tanto la coherencia doctrinal, sino lo “práctico”, lo que motiva, lo que da resultados. La solidez teológica pasa a segundo plano.


El peligro de la incoherencia doctrinal


Podría pensarse que no importa si alguien mezcla un poco de aquí y un poco de allá, mientras ame a Cristo. Pero la Palabra advierte: “Retén la forma de las sanas palabras” (2a Timoteo 1:13). La verdad bíblica no es un buffet donde tomamos lo que nos gusta; es un cuerpo coherente, inspirado por Dios.


Cuando mezclamos corrientes sin discernimiento:


Perdemos la claridad del mensaje del Reino.


Enseñamos medias verdades, que son a la larga falsedades.


Criamos discípulos débiles, que no saben en qué creen ni por qué lo creen.


Corremos el riesgo de construir sobre arena, y no sobre roca firme (Mateo 7:24-27).


El resultado es una fe cultural, más adaptada a las modas del momento que a la enseñanza apostólica.


El llamado a volver a la raíz


En lugar de construir sistemas mezclados, necesitamos volver a las Escrituras, como lo hicieron los bereanos que “escudriñaban cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11). La Iglesia Primitiva se mantuvo fiel porque “perseveraban en la doctrina de los apóstoles” (Hechos 2:42).


Hoy, más que discutir etiquetas (amileniaristas, premileniaristas, arminianos, calvinistas), necesitamos preguntarnos:


¿Estoy edificando mi fe en la Palabra de Dios o en fragmentos de sistemas humanos?


¿Estoy transmitiendo con fidelidad el mensaje de Cristo o adaptándolo según lo que me resulta cómodo?


¿Estoy formando discípulos de Cristo o seguidores de corrientes?


Reflexión final


La confusión doctrinal de nuestros días es señal de una Iglesia que necesita urgentemente volver a la Palabra. Muchos que se consideran premileniaristas, arminianos o calvinistas terminan adoptando, sin saberlo, conceptos contrarios a su propia confesión.


El remedio no está en seguir multiplicando etiquetas, sino en volver a Cristo y Su enseñanza. Solo así podremos ser, como los primeros cristianos, una Iglesia firme, clara y valiente, capaz de resistir en medio de la confusión del mundo y de las modas doctrinales de cada época.


“El carácter cristiano no se forma de un día para otro, ni la doctrina se sostiene sola. Ambas necesitan ser edificadas con la Palabra viva y eterna de Dios.”

 
 
 

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