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Halloween y Día de Muertos: ¿Qué hacer como cristianos?

Myriam C Pinilla
Myriam C Pinilla

Cada año, al llegar finales de octubre e inicios de noviembre, las calles, comercios, escuelas y hasta algunos hogares se llenan de calabazas, disfraces, ofrendas, veladoras y flores de cempasúchil. Dos celebraciones predominan en estas fechas: Halloween, de origen anglosajón, y el Día de Muertos, muy arraigado en la tradición mexicana. Ambos generan entusiasmo en muchos sectores de la sociedad, pero también preocupación en quienes buscan honrar al Señor en todo lo que hacen.

El cristiano, que vive “en el mundo, pero no es del mundo” (Juan 17:14-16), necesita analizar cuidadosamente qué hay de positivo y negativo en estas festividades, y cómo responder con sabiduría y fidelidad a Cristo.


Halloween: miedo disfrazado de diversión

Halloween se ha vuelto una de las fiestas más comerciales y globalizadas. Sus elementos centrales giran en torno a disfraces de terror, brujería, espíritus, calabazas talladas, casas de espanto y juegos de miedo. Aunque algunos lo ven como un simple entretenimiento infantil, su trasfondo cultural y espiritual no puede pasarse por alto.

  • Aspectos negativos:

    • Exalta lo macabro, la muerte y lo oculto, cuando la Biblia nos llama a pensar en “todo lo verdadero, todo lo puro, todo lo justo” (Filipenses 4:8).

    • Normaliza prácticas de brujería, hechicería y contacto con espíritus, que en la Palabra de Dios son abiertamente condenadas (Deuteronomio 18:9-12).

    • Genera temor en algunos niños y adultos, contrario al espíritu de libertad que tenemos en Cristo, pues “Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

  • Aspectos positivos (limitados):

    • En algunos contextos, puede convertirse en una oportunidad de conversar con vecinos y familias sobre la diferencia entre la cultura del miedo y la esperanza en Cristo.

    • Al ser una fecha muy visible, la Iglesia puede aprovecharla para ofrecer alternativas de luz, como festivales cristianos, vigilias de oración o programas de alcance evangelístico.


Día de Muertos: tradición y memoria

El Día de Muertos, celebrado los días 1 y 2 de noviembre, tiene un fuerte arraigo en México. Familias enteras levantan ofrendas, visitan panteones, llevan flores, velas y alimentos para recordar a sus seres queridos fallecidos. Para muchos, es una fiesta de memoria y afecto, donde se refuerza la identidad cultural y se cultiva la unidad familiar.


  • Algunos aspectos negativos:

    • Muchas prácticas (altares, ofrendas, comida para los difuntos) se basan en creencias que no concuerdan con la Palabra de Dios, como la idea de que los muertos regresan a convivir con los vivos.

    • Pueden promover una visión romántica de la muerte, distinta a la enseñanza bíblica: que “está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio” (Hebreos 9:27).

    • En algunos casos, se mezcla con prácticas de sincretismo religioso que oscurecen el mensaje puro del evangelio.

    • Se ha fusionado con el culto a la muerte, la Catrina, a la que la sociedad año con año se integra más y más. Además de comercio, el engaño.


¿Cómo debe responder el cristiano?


Ante estas celebraciones, el cristiano no debe responder con indiferencia, pero tampoco con condena airada. Necesitamos una postura bíblica, clara y amorosa, que ilumine con la verdad y muestre la esperanza que hay en Cristo.

1. Recordar nuestra identidad

Somos “pueblo adquirido por Dios, para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9). No necesitamos acudir a lo oscuro, lo místico o lo supersticioso para afirmar nuestra fe o nuestra cultura.

2. Enseñar en el hogar

Los padres pueden aprovechar estas fechas para enseñar a los hijos la diferencia entre las tradiciones humanas y la verdad de la Palabra de Dios. En lugar de exponerlos al temor, podemos hablarles del triunfo de Cristo sobre la muerte y del gozo de la vida eterna (Juan 11:25).

3. Dar testimonio de esperanza

En un mundo que juega con la muerte, el cristiano proclama que “la muerte ha sido sorbida en victoria” (1 Corintios 15:54). En vez de altares para los muertos, ofrecemos alabanza al Dios vivo. En vez de temor a los espíritus, anunciamos la libertad del Espíritu Santo.

4. Proveer alternativas

Algunas iglesias organizan actividades en estas fechas: noches de oración, convivios familiares, campañas evangelísticas, festivales de luz o ferias de la vida. No se trata solo de “prohibir”, sino de mostrar que en Cristo hay gozo verdadero y libertad.

5. Mantener el respeto

Recordemos que muchas personas participan en estas festividades sin una intención maliciosa, sino por costumbre cultural. En lugar de burlarnos o despreciar, debemos ser pacientes, respetuosos y aprovechar la ocasión para sembrar la semilla del evangelio.


Conclusión

Halloween y Día de Muertos son celebraciones que, aunque llenas de color y tradición, contienen elementos contrarios al evangelio. El cristiano debe discernir lo que edifica y lo que no, evitando toda práctica que oscurezca la verdad de Cristo.

Más que enfocarnos en lo que no debemos hacer, enfoquémonos en lo que sí debemos vivir: la victoria de Jesús sobre la muerte, la esperanza de la vida eterna, la comunión con los hermanos y la proclamación del Reino de Dios.

En estos días donde el mundo celebra a la muerte, la Iglesia proclama con gozo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).



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