RESPUESTAS con cuerpo, alma y espíritu
- Victor Manuel Garcia
- 3 jun
- 4 Min. de lectura
Mayormente, la Iglesia cree que está bien, segura. Los cristianos, individualmente, piensan que están salvos, aunque reconozcan algunas pequeñas deficiencias. Existe una falsa seguridad de que todo está bien, de que no pasa nada y no hay por qué preocuparse. Pero veamos: ¿Hasta dónde te has dejado moldear por la Palabra?
En base a ello darás respuestas al Mundo, malas, buenas, o excelentes.

Puede haber tibieza, apatía o conformismo. Al menos falta de consagración, de fe, de obediencia, de confianza. O quizá ignoramos que hay algo más sublime en nuestra vida cristiana.
Aun si realmente estás bien, siempre puedes estar mejor.
En otras ocasiones he hablado del Tabernáculo como figura de la vida cristiana. En el Atrio, puede que estés bien: quizá con pereza espiritual o conformismo, pero —concedámoslo— estás bien.
Pero sería mucho mejor estar en el Lugar Santo. ¿Te consideras ahí? Es muy bueno.
Sin embargo, lo excelente es el Lugar Santísimo.
Y lo supremo es acercarse más al Santuario, al Propiciatorio, y llegar a ser un santuario viviente para Dios. Eso es lo más alto.
Para dar la mejor respuesta al mundo, reaccionar ante los ataques del enemigo con carácter firme y sabiduría para descubrir las artimañas de las tinieblas, necesitas estar mejor equipado y preparado de lo que hoy estás. Estés donde estés, siempre puedes estar mejor.
Y mejoras de posición en la medida que te consagras, que te propones acercarte más, que buscas estar más en Cristo y dejas que Él te guíe y gobierne. El medio, la voz, la dirección es a través del Espíritu Santo.
Como seres humanos —aun siendo cristianos— muchas veces vivimos la vida en Cristo solo con el cuerpo, el estuche. Hablamos, cantamos, aplaudimos… expresiones exteriores, del cuerpo. Muchos ahí se quedan. Cristo no ha penetrado hasta su espíritu. Si acaso, solo hasta el alma.
En el alma están las emociones: el gozo, la paz, la dicha. Está bien, pero a veces es solo emoción. “El culto estuvo buenísimo” cuando la música ha levantado el ánimo… almáticamente. Pero cuando se enfría el ambiente, sale de la Iglesia o pasa algo malo, triste, el cristiano se cae. Entonces no está tan bien.
El cuerpo y el alma temen a la muerte. El cuerpo, obviamente, porque es su fin. Tras la muerte, al polvo, porque polvo es. Pero el alma no muere con la muerte del cuerpo. El alma vive, pero sabe que va a juicio y que será pesada. ¿Está en el Libro de la Vida? Ante un peligro de muerte, el alma pecaminosa se aterra.
Cuantas más dudas, más pecados o más ignorancia haya, mayor es el temor a morir.
Nos falta darle una mirada al espíritu. ¿Qué sucede con él?
Es el gran ignorado y desconocido, aunque es parte integral del ser. Es lo más valioso. Es la parte que viene de Dios. Por eso dijo Dios, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. No es el cuerpo ni el alma lo que es semejante a Dios… es nuestro espíritu. Es de Él, o parte de Él. Así que cuando el cuerpo muere, los tres se separan, el cuerpo al polvo, el alma al juicio, y el espíritu… “Vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7).
Cuando las partes se separan, ¿dónde queda el “yo”? En el alma. El cuerpo se hace polvo, el espíritu regresa a Dios, y seguimos vivos y activos… en el alma. El alma no muere. Vivirá siempre con Cristo y reinará con Él en Su Reino —si eres de Cristo. Pero si solo dices que eres y no lo eres, si no estás en el Libro de la Vida… tu alma irá a otro lugar. No digo a dónde para que no parezca que quiero asustarte. Y no se trata de ir al cielo solo para no ir al infierno. Se trata de ir con el Rey, por amor al Rey.
Así que, hermano, nos falta mucho camino por recorrer y mucho por aprender. Entre lo fundamental está despertar nuestro espíritu. “No moriréis”, le dijo la serpiente a Eva. Una verdad en medio del engaño, para engañar. El espíritu no muere, muere el cuerpo; el espíritu queda separado de Dios, como dormido, alejado, ausente.
Cuando Cristo realmente entra en ti —cuando te arrepientes, decides seguirlo y dejar a Satanás y al mundo— entonces es despertado tu espíritu. Ahora sí, en Cristo, estás completo. Solo no olvides dejarle a Él el centro de tu vida, de todo tu ser. Que Él sea el centro, no afuera, sino dentro de ti, como su Templo.
Que Él viva en ti y tú en Él. Y entonces… “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8:35-39).
Síguelo: en cuerpo, alma y espíritu.
En corto: de Su Palabra y del Espíritu tendrás las respuestas a toda situación que se te ponga enfrente, sea del mundo o de las tinieblas. En la guía “Las Respuestas del Cristiano” encuentras consejos, Palabra y recomendaciones tomadas de la Biblia: instrucciones de Cristo para sus seguidores en estos tiempos. Principalmente, en el Sermón del Monte, donde baja su doctrina, la doctrina del Padre, el Evangelio del Reino.
Conclusión:
Amado hermano, que estas palabras no sean solo lectura, sino invitación a profundizar más en tu relación con Cristo. Cada día es una oportunidad para avanzar un paso más hacia el Lugar Santísimo, para que tu cuerpo, alma y espíritu estén firmemente anclados en Él. Recuerda: Cristo es el centro, La Roca y El Fundamento. Él es quien da las respuestas, la fuerza y la victoria.
Adelante, firme en la fe, que el Señor te bendiga y te guarde.
Víctor M. García
Sembradores de La Buena Semilla
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